Nicky Cruz: De las tinieblas a la luz

 


Nicky Cruz: De las tinieblas a la luz

Nicky Cruz nació el 6 de diciembre de 1938 en Las Piedras, Puerto Rico, en el seno de una familia profundamente marcada por el ocultismo, el espiritismo y la violencia. Fue uno de diecinueve hijos, criados por padres que practicaban brujería y lo sometieron a abusos físicos y emocionales desde temprana edad. Su madre, en un trance espiritual, llegó a llamarlo “hijo de Satanás”, una declaración que dejó una herida profunda en su alma. A los nueve años, tras un episodio de abuso extremo y un intento fallido de suicidio, Nicky cerró su corazón al amor y a la esperanza, endureciendo su espíritu para sobrevivir en un mundo que parecía haberlo abandonado.

Nueva York: El descenso a la oscuridad

A los 15 años, su padre lo envió a vivir con su hermano mayor en Nueva York, en un intento desesperado por alejarlo del caos familiar. Pero la ciudad no ofreció refugio, sino un nuevo escenario de abandono, violencia y desesperanza. Pronto, Nicky se alejó de su hermano y comenzó a vivir en las calles, donde encontró una nueva “familia” en la pandilla Mau Maus, una de las más temidas de Brooklyn en los años 50. En solo seis meses, ascendió al rango de “warlord” y luego presidente de la pandilla, liderando con brutalidad y miedo.
Su vida se convirtió en un ciclo de peleas, robos, drogas y muerte. El asesinato de su mejor amigo Manny, quien murió desangrado en sus brazos tras ser apuñalado, lo marcó profundamente. A pesar de su fama como líder implacable, Nicky era perseguido por pesadillas y un vacío existencial que ni la violencia ni el poder podían llenar. Un psiquiatra lo declaró “sin esperanza”, destinado a terminar en prisión, la silla eléctrica o el infierno.

El encuentro con la gracia

Todo cambió cuando conoció a David Wilkerson, un joven pastor evangélico que, movido por una visión divina, se atrevió a predicar el evangelio en medio del territorio de las pandillas. En su primer encuentro, Nicky lo golpeó y lo amenazó de muerte, pero Wilkerson respondió con una frase que perforó su corazón endurecido: “Aunque me cortes en mil pedazos, cada uno de ellos seguirá diciéndote que Jesús te ama.” Esa declaración de amor incondicional comenzó a derrumbar los muros que Nicky había construido para protegerse del dolor.
Poco tiempo después, Nicky asistió a una campaña evangelística organizada por Wilkerson en un viejo gimnasio. Allí, rodeado de otros pandilleros, sintió por primera vez el peso de sus pecados y el llamado de Dios. Cayó de rodillas, llorando, y entregó su vida a Jesucristo. En un acto simbólico y poderoso, él y otros miembros de la pandilla entregaron sus armas a la policía, sorprendiendo a los oficiales que, de haberlos visto llegar, habrían disparado sin dudar.

Una vida transformada

Tras su conversión, Nicky estudió la Biblia y asistió a un instituto bíblico. Regresó a su antiguo vecindario, no como pandillero, sino como predicador. Su mensaje de redención tocó corazones, incluyendo al nuevo líder de los Mau Maus, Israel Narvaez, quien también se convirtió al evangelio. Nicky se convirtió en director de Teen Challenge, un ministerio fundado por Wilkerson para ayudar a jóvenes atrapados en las drogas y el crimen.
Más adelante, fundó su propio ministerio, Nicky Cruz Outreach, dedicado a llevar esperanza a los marginados, especialmente a jóvenes atrapados en ciclos de violencia, adicción y desesperanza. Ha predicado en más de 50 países, en cárceles, escuelas, estadios y barrios olvidados, compartiendo su testimonio con millones de personas. Su historia ha sido inmortalizada en el libro La Cruz y el Puñal de David Wilkerson, llevado al cine, y en su autobiografía Corre, Nicky, Corre, así como en otros títulos como Soul Obsession y One Holy Fire.

Un legado de redención

Hoy, con más de 85 años, Nicky Cruz sigue activo en el ministerio, siendo un referente mundial del poder transformador de Dios. Su vida es un testimonio viviente de que nadie está fuera del alcance de la gracia de Cristo. En un mundo marcado por la violencia y la desesperanza, su historia resuena como un eco de esperanza, recordándonos que el amor de Dios puede alcanzar incluso al corazón más endurecido.
Como él mismo ha dicho: “Jesús no me dio una religión. Me dio una relación. Me dio una nueva vida. Me dio un nuevo corazón.”
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Ministerio Cristiano
Micreasol Chile



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